Dia 5. Nos está costando conseguir agua. Es raro que en un lugar tan húmedo, con tantos ríos y océano, donde absolutamente todos los días llueve, no podamos tomar agua durante días.
El agua de la canilla no es potable, ni para nosotros, ni para los mismos ecuatorianos. Hay que hervirla, siempre. Para tomar un puto trago de agua fresca, hay que hervirla. Me alertaron no tomarla. Yo la tomaría igual, no sé, pero ni los mismos ecuatorianos la toman así como viene…Hace ya como dos días, creo, que venimos fraccionando sorbos de una botella regalada en un bus.
También nos está costando conseguir aire. Cuesta respirar. Los pulmones lo sienten, pero la cabeza explota. Bajamos de los tremendos 5.000mts del Volcán Chimborazo… a los 3.900mts del Volcán Quillotoa.
A la noche nos está costando conseguir calor. La salamandra que está en los pies de una de las dos matrimoniales de nuestra “cabaña”, no se alimenta sola. Colgué en echarle más leña y se apagó más rápido que el día.
A Barbi le está costando conseguir señal de teléfono para comunicarse con su familia. No hay teléfono ni señal en todo el pueblo, ya buscamos puerta a puerta. Está preocupada.
A mi me está costando conseguir una tele para ver a Boca, o algo para saber cómo va. Hoy juega por la Copa contra el Toluca. Acá hay una tele grande para todo el hostel, pero tiene sólo UN canal y nada que ver. También estoy preocupado.
Es chocante darse cuenta del valor de esas cosas tan cotidianas de nuestra vida diaria fácil. Cómo cuesta conseguir cosas tan indispensables y a la vez ínfimas. Pero también choca darse cuenta con cuántas cosas menos podríamos, no sólo sobrevivir, sino también vivir. También es chocante darse cuenta cuan irracional es nuestra razón, y cuan sabia es la Naturaleza.
El Volcán Quillotoa alguna vez también tuvo sed y habrá escupido fuego y todo eso, pero la naturaleza le llenó su garganta con aguas verdes. Ahora es una laguna dentro del cráter ed un volcán, perfectamente redonda, a 4.000mts sobre el nivel del mar. Y por las dudas, todos los días sus nubes la riegan con verdes que tiñen sus paredes escarpadas.
Dentro de las murallas de este enorme estadio de la naturaleza, no hay aire. Es una burbuja. No hay aire. Por ende, tampoco hay sonidos. Sólo se respira silencio. De la cama al agua, 30 minutos. Del agua a la cama, 3 horas. Buscamos aire en cada curva, en cada paso. Pero el aire está sólo allá arriba.
Se puede ver el aire, cómo mueve el cielo, cómo pinta de grises el techo de este Coliseo natural. Porque las nubes descansan y se apoyan sobre las paredes del Volcán, y lo techan por completo. Si te parás sobre sus medianeras, las nubes se deslizan por sus filos hacia arriba y vuelven a su cielo.
De noche, los grados bajan tanto como los metros han subido. Se muere rápido el día. A las 6 de la tarde son las 6 de la noche. Al rato, después de la sopa de Petrona, la cholita dueña del hostel (¡la cena es a las 19hs!), los leños van muriendo en cenizas. Y nosotros vamos muriendo en frío. ¡Son las 20:15 y ya se murió el día! Cenamos mil, charlo en “inglés de mierda” con cinco gringos mientras les convido mate, y ya está, no sabemos qué más hacer acá. Yo escribo, Barbi me lee. Yo tiro más leños al fuego.
Apenas a la mañana siguiente las nubes nos prestan un ratito de sol para calentar el agua de esta olla de 2km de diámetro. Es el único rayito de sol diario.
Es también, durante ese rayito de sol que, en la orilla de la laguna aparecerá un grupo de pibes argentinos. Mi camiseta de Román me delata. “Perdió Boca ayer, eh”, me dicen. Ahí donde no había tele, donde no había aire, la noticia igual vuela. Me quiero matar. Perdió Boca por la Copa, y en la Bombonera.
Los pibes esos desaparecieron, se esfumaron en el aire. Y del aire aparece un perro. Dorado. Lo bautizamos “Quilo”. Nos lleva, nos guía como a sus ovejas. Nos lleva a merendar a un banquito en el filo del volcán. Nos lleva a algún lugar. Lo seguimos. A la izquierda, precipicio hacia el interior del cráter del volcán. A la derecha, precipicio hacia afuera del volcán, hacia las paredes sembradas de colores por comunidades de viejitas en ranchos de paja y polleras de colores. “Quilo” va rodeando el filo del volcán. Somos arriados hasta una pampita allá arriba de todo. “Fijate si tenés señal acá… me muero, es imposible, probá…”. Red enganchada. Barbi logra hablar con el padre desde la punta más alta del Volcán Quillotoa, ahí, perdidos en el medio de la nada, del todo. Donde nosotros no tenemos agua, aire, fuego, Boca y señal, la naturaleza nos consigue y nos convida un poco de su agua, aire, fuego, Boca y señal.