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Canoa: Los 16 pasos de casa a playa, del cielo al mar.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, y dieciséis. Dieciséis pasos de casa a la playa. Dieciséis pasos de la puerta de nuestra choza de Canoa hasta las palmeras. Dieciséis pasos descalzos. Creo que no usé zapatillas ni remera en todo Canoa. Casa frente al mar. El patio es la playa. Dieciséis pasos y cruzo la calle de tierra y atravieso la línea de palmeras y la línea de “cevicherías”. Hay un par de hamacas. Y la playa se abre inmensa en nuestro patio.

Aprovechando el envión de la fuerza de nuestra llegada a dedo, gratis y en tiempo record, caímos en un hostel de dos mangos y frente al mar. Golazo. Tenemos cocina y terraza con hamacas y palmeras. Y en una misión nocturna y en calzones, me apodero del ventilador del vecino. Nuestra vulgaridad es un lujo.

Barbi dice que hoy es lunes. Son las 10 de la mañana en la playa de Canoa, y pensamos en los mártires de las 12 del mediodía del lunes de Buenos Aires.

Nuestro plan es el siguiente:

- Vamos a comprar unos panes ricos y un jugo, y desayunamos en las hamacas de la playa.

- Yacer en la playa.

- Almorzar algún arroz con coas y mariscos en la playa. (el “arroz con camarones”, “choufan de camarones” y el “encocado de camarones” no se pueden creer. Creo que soy adicto a los camarones, como Buba).

- Caminata al mediodía a los acantilados del norte de la playa.

- Yacer en la playa.

- Chinchón en la playa.

- Inmersión en el mar.

- Yacer en la playa.

- Mate en la playa.

- Quizás dormir siesta. En la playa.

- Esperar, pacientes y ansiosos, el atardecer en la playa.

- Escribir en la playa.

- Probar los “bolones de queso” en la playa.

- Descansar de la playa un poco. Obviamente en la playa.

- Cenar sanguchitos en la playa.

- Tomar un helado en la playa.

Uy, perdón que interrumpa la lista de planes. Es que me entró un atardecer enorme en el ojo. Parecía que no salía hoy. Parecía que el gris pasaría directo al negro. Apenas un amarillento me hacía dudar. ¿Dónde estará el sol? ¿Habrá atardecido ya?

Estoy escribiendo en la orilla del mar plateado. Barbi lo mismo, pero más alejada.

Flaqui, mirá. Me dice exaltada mientras su cara se tiñe de naranjas. Los ojos le brillan. Es porque el sol brilla. Asoma más naranja que nunca. Y más raro que nunca. Atardece de arriba hacia abajo. No sé. Como si en el horizonte hubiese dos horizontes. Uno plateado de mar, otro plateado de cielo. Entre medio, lejana, una franja apenas amarillenta, media borroneada. Un as rojizo asoma desde el horizonte de nubes plateadas y esponjosas. Asoma desde arriba hacia abajo. Como si amaneciera en el mundo del revés. Como si el sol hubiese estado toda la tarde reposando sobre el colchón de nubes, apoyado sobre ellas. Y ahora, de tanto rodar, se cayó de ese borde recto de cielo. El sol se cayó del cielo al mar. De un horizonte al otro. Creo que por eso fue tan fugaz. Apenas unos instantes de desprevenido asombro. El sor rodó toda la tarde por sobre las nubes de Canoa, y allá en el horizonte del cielo, donde éste termina, el sol sólo cayó desde las nubes al mar.

Nuestro hostel/choza frente al mar se llama Atardecer. Estamos viviendo en Atardecer frente al mar, joya. Estamos viviendo en la playa. Hoy vivimos exactamente 10 horas ininterrumpidas en la playa. De entrecasa, como en el patio de casa.

Ayer al mediodía llegamos a Canoa y al toque corrimos los 16 pasos hasta la playa. Esos 16 pasos fueron diferentes a los 16 de hoy. Los de ayer fueron corriendo, desesperados, atolondrados. Y fueron 16 pasos esquivando autos, puesteros, gente, feria, y más gente. Mucha gente. Turistas, familias. Los pendejitos salían de la arena como los cangrejitos de sus pocitos de la orilla. Brotaban. Los 50 puestos de comida reventaban de “ceviches”. La hilera de carpas/toldos de colores se hacían infinitos hacia los lados. Gente hasta donde se ve. Muy Mar del Plata, muy La Bristol. Hasta las olas se le parecen. Hacía rato que no compartíamos playa con gente. Por lo menos puedo sacarme las ganas de patear una pelota en la orilla.

Civilización, muy Mar del Plata. Pensamos que acá tendremos la posibilidad de encontrar insumos básicos que nos escasean desde varias casas atrás. El protector solar lo trajimos por la mitad. El jabón ya no existe. ¿Yerba? ¡¿Bombilla?! Y hasta quizás algún regalo para Buenos Aires. Pensábamos que la civilización, por lo menos, nos posibilitaría algo de eso.

Pero la gente se fue con el sol. Una ola, el viento o algo se llevó todo rastro de vida de esta ciudad, convirtiéndola en pueblo. Mar del Plata, con movimiento de Santa Teresita. Es domingo, me avisa Barbi.

Bueno, me olvido de la idea de conseguir una puta bombilla. A mi atareado día le sumo el plan de inventar y construir una bombilla en una ciudad abandonada, en un pueblo donde no conocen el mate.

Opciones:

- Caño de cobre, del de atrás de las heladeras.

- Antena de televisión.

- Caña.

Tengo tres sorbetes, dos gomitas elásticas, un sacacorchos y un cuchillo. Y unas ganas de tomar mate tremendas: Mi bombilla casera es un éxito total y rotundo. Estoy tomando mate con una bombilla fabricada por mi, en el patio de mi playa....

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